Dos pasacalles y dos obras de teatro pudieron disfrutar las vecinas y vecinos de la comuna
Desde 1994, cada mes de enero, la capital y diversas ciudades de Chile se convierten en el escenario perfecto para las artes escénicas. Este festival representa un espacio privilegiado para la creación contemporánea, apostando por la excelencia artística y propuestas de gran relevancia social y política.
El paso de Santiago a Mil en Cerrillos comenzó el 11 de enero con el pasacalle «Pachakuna: Guardianes de los Andes» de La Patogallina, una de las compañías de teatro de calle más importantes del país. La colorida presentación consistió en un desfile con esculturas de tres animales andinos que invitaron a la comunidad a reconectar con la naturaleza y la historia. Una enorme escultura de plata emergió en la comuna, donde un cóndor, un puma y una serpiente conformaron una imponente representación onírica que introdujo la potencia y la magia de la cultura andina, partiendo desde el Centro Nacional de Arte Contemporáneo, llegando hasta el Centro Cultural Tío Lalo Parra.
La primera obra la trajo Cía. D’es Tro y llegó a la cancha de Plaza Buzeta para fusionar las artes del circo contemporáneo con el popular juego del trompo y las raíces de la cultura mediterránea. Poi nos contó la historia de un hombre rural atrapado desde la infancia por el efecto giroscópico de su trompo. Este viaje de enredos y giros nos transportó al juego, uno de los estados más importantes de la vida. El trompo, un juego mágico con más de 6000 años de historia, fue capaz de detener el tiempo, ya que el simple hecho de observarlo nos permite aislarnos de la velocidad que rige nuestra cotidianidad.
El segundo pasacalle fue un mágico espectáculo donde la pirotecnia y la percusión fueron el hilo conductor. La compañía Deabru Beltzak nos presentó «Tambores de fuego», su primer trabajo, el cual ha tenido más de 800 funciones realizadas en Francia, Alemania, Colombia, Venezuela, Bélgica, Brasil, Canadá, Luxemburgo, México, Suiza, Italia, Polonia e Inglaterra, entre otros. Los vecinos del Barrio los Presidentes vieron llegar a Aker, el diablo del akelarre, acompañado de su séquito de percusionistas. Este espectáculo de música en vivo, pirotecnia y grandes efectos especiales iluminó e hizo vibrar las calles de la comuna.
El Festival terminó con la obra Tinkunakama, “hasta el encuentro”, la versión libre de El run run de la calavera de Ramón Rocha Monroy. En vísperas de la fiesta de Todos Santos, cuando una tragedia inesperada sacude a un pueblo: su habitante más anciano ha fallecido. A pesar de la pena por esta pérdida, la preparación para la visita de los muertos continúa, mientras los difuntos en el cementerio exigen su lugar en la fiesta. Vivos y muertos se unieron en el Centro Cultural Tío Lalo Parra en una celebración que desafió el tiempo.